La muerte es la única capaz de eliminar la brecha entre los seres humanos. Iguala lo mismo a ricos y pobres o a quienes nacieron en palacios o establos.
En Macario, de B. Traven, de 1950, el enigmático escritor hace un recorrido entre dos actos sublimes en el mundo: vivir y morir. Relata cómo el personaje principal alcanza el extremismo en la consecución de vivir placeres prohibidos para los de su nivel social: desde hacía veinte años tenía una gran ilusión que consistía en poder comer a solas, gozando de la paz en las profundidades del bosque y sin ser visto por sus hambrientos hijos, un guajolote asado entero.
La fantástica visión del México rural, le permiten a B. Traven, plasmar en Macario, a la vida como un espacio en donde existen diversos cuerpos en movimiento a diferentes ritmos; en donde al final, la muerte estropea la caja de velocidades.
Quizá en el ocaso de su vida a Macario la muerte le hace justicia y le evita los sufrimientos terrenales y sacia su hambre infinita. Finalmente, le libera de la pesadumbre en la que se desenvuelve su existencia.
Llevada a la pantalla grande en 1960, la película del mismo nombre, combina el universo trágico del Director, Roberto Gavaldón, y la genial lente de Gabriel Figueroa, para convertirla en un clásico del cine mexicano; misma que, consiguió la primera nominación de México en la categoría de mejor película en lengua extranjera de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en 1961.
Como se le desee interpretar, tal vez, la muerte de Macario prolonga su ensueño. En la Tierra abrazó siempre la nostalgia por lo inalcanzable. Es muy visible su maldita imposibilidad de enfrentar a la miseria por el esfuerzo de su trabajo. El discurso barato de la iglesia encaminado a la sujeción, a la obediencia; en esencia, la concepción judeocristiana de la vida: resiste con estoicismo, que en otro mundo te espera una gran recompensa.
Al final de la magna obra no existe moraleja. No hay desdobles. Macario es un hombre bien intencionado allegado de circunstancias que escapan a su voluntad y planes; justo, como cuando a la muerte se le ocurre echar a perder nuestra caja de velocidades.
El gran acierto o infortunio del malogrado Macario fue compartir su guajolote. En la intimidad con la muerte le expresa su sentir. En el encuentro con ella, lo que marca el inicio del fin de su atribulada vida es: la solidaridad con quienes eran miserables y, estaban igual de hambrientos como él.
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