“(Es violencia) cuando nos golpean con un objeto, cuando no nos dan de comer, que nos encierren en lugares oscuros, cuando nos amarran…”, dice Jair de 12 años de edad.La violencia contra niñas y niños en el estado de Oaxaca se ha incrementado y ocurre principalmente en sus hogares y en sus escuelas, según un informe de World Vision México.
El “Informe sobre la violencia contra niñas, niños y adolescentes en Oaxaca” señala que la casa es el primer lugar en el que se identifica violencia; la escuela es el segundo espacio en el que más violencia se gesta, con manifestaciones que van desde la discriminación hasta acoso, el cual se puede extender hasta las redes sociales; y ante la inseguridad, el narcotráfico, el incremento en el consumo de sustancias y los usos y costumbres que pueden fomentar ambientes violentogénicos.
En lo referente a la situación de infantes y adolescentes, encontró que 10.1 por ciento no asiste a la escuela, 2.05% se encuentra en un matrimonio y 1.8% no tiene acta de nacimiento en el estado de Oaxaca.
“Estos tres aspectos dependen, en cierta medida, de la concepción que las madres y padres de familia, tutores o cuidadores tienen de las niñas, niños y adolescentes, de sus vidas y sus futuros, además, estas situaciones están vinculadas al contexto que las acuna, el cual se ve impactado por aspectos no sólo familiares, sino también culturales, históricos, económicos, religiosos, étnicos e incluso geográficos, los cuales determinan las posibilidades, alcances, retos y obstáculos a los que se enfrentarán las y los infantes y adolescentes. Aunado a esto, las decisiones personales de las madres y padres de familia también tendrán consecuencias en las vidas de las niñas, niños y adolescentes”.
En cuanto al tema educativo, la proporción de infantes y adolescentes que no asisten a la escuela no muestra diferencias significativas por género, sin embargo, este aspecto es relevante si se consideran las causas de tales faltas y los discursos vinculados a éstas.
En el momento en que las niñas, niños y adolescentes, advierte, no acuden a la escuela, se perpetúan condiciones de exclusión, pobreza y desigualdad en las generaciones por venir.
“Conforme aumenta el nivel de precarización en las vidas de infantes y adolescentes, se incrementa la probabilidad de que no puedan acudir a la escuela; esto a su vez aumenta la posibilidad de que crezcan como adultos con trayectorias de vida inciertas y condiciones de vida llenas de rezagos, las cuales impactarán en su descendencia y formarán un ciclo sin fin si no se gestan estrategias para interrumpir esa espiral”.
Matrimonios infantiles
Sobre los matrimonios de niñas, niños y adolescentes, el estudio denuncia que el simple hecho de que este tema persista revela en sí un problema de corte social que debe ser atendido de forma inmediata.
Lo anterior, apunta, porque las y los infantes y adolescentes se verán inmersos en dinámicas sociales que van a interferir con su desarrollo integral, además de reducir la posibilidad de vivir en condiciones de bienestar, situándoles a su vez en contextos de vulnerabilidad. “Específicamente para las niñas y las adolescentes, estas circunstancias se van a potenciar en entornos cargados de machismo, exclusión y desigualdad y condicionados por género, el cual ha sido erróneamente interpretado dentro de un sistema hegemónico que establece una jerarquía que supedita a las mujeres frente a los hombres”.
World Vision México sentencia que este sistema ha persistido por generaciones, ralentizando el desarrollo que podría alcanzar la sociedad si se basara en la igualdad; esto debido a que no se puede justificar el uso de la violencia, fuerza, la dominación o el autoritarismo como elementos de construcción de una comunidad.
“Las niñas y adolescentes inmersas en este tipo de contextos verán sus derechos sistemáticamente vulnerados, sus proyectos de vida truncados y sus existencias inciertas, ya que la violencia es la única constante presente”.
La organización explica que el matrimonio con niñas, niños y adolescentes es producto de una relación de poder, la cual se sustenta en un entorno adultocentrista en el que la voz de ellas y ellos no tiene cabida. Bajo esta perspectiva, las opiniones de las y los infantes y adolescentes no son relevantes mientras cumplan, obedezcan o acepten roles sin cuestionar, siendo la sanción, la exclusión o la violencia las respuestas a cualquier intento de salir de la norma.
“Es fundamental considerar que, en muchas partes del estado de Oaxaca y del país”, agrega, “la violencia se ha conformado como una herramienta recurrente, naturalizada y validada por la población adulta para el control, sometimiento y dominación de otros grupos etarios, lo que implica que el adultocentrismo por sí mismo es una forma de violencia estructural”.
Cómo se percibe la violencia en Oaxaca contra niñas y niños
World Vision México realizó una encuesta con el objetivo de que tanto las personas adultas como niños y niñas expresaran qué sí y qué no consideran violencia.
El estudio destaca tres opciones sobre ciertas acciones o prácticas específicas que alcanzaron valores muy altos, y qué sí consideraron como violencia. La violación obtuvo un 96.1% de valoraciones afirmativas, la explotación sexual con un 95.5% y el exponer y/o tocar partes privadas con un 94.5%.
En estos casos es evidente la presencia de un componente sexual, advierte, lo cual evidencia un contexto en el que la violencia, el cuerpo, el género y la sexualidad se entretejen en un complejo entramado que resulta de los usos, costumbres y procesos históricos de discriminación, exclusión y dominación.
“No es casualidad que tales prácticas se articulen si se considera que todas forman parte de un conjunto de conceptos que, en el discurso hegemónico actual y presente en muchas partes de México, representan aspectos clave de la vida e identidad de las personas, por lo que tienden a ser normados y controlados de manera férrea, ya que no hay mejor forma de tener poder sobre las vidas ajenas que controlar sus cuerpos, identidades, deseos y afectividades”.
El informe dice que en el caso de las niñas, niños y adolescentes, esto es un asunto de gran relevancia porque ellas y ellos forman parte de uno de los sectores más vulnerables de la sociedad, por lo que sus cuerpos viven esa violencia producto de tal desigualdad.
“Las corporalidades en la niñez y adolescencia son consideradas, en muchos sentidos, propiedad de la comunidad bajo el argumento del desarrollo, la inmadurez y la protección. Sin embargo, tales posturas sitúan a las y los infantes y adolescentes en una posición de indefensión que reduce sus posibilidades de actuar ante la violencia; esto a su vez otorga poder y autoridad a las personas adultas, las cuales no siempre actúan a favor del bienestar y desarrollo integral de la niñez y la adolescencia”.
Entre las acciones que menos personas consideran como violencia, se encuentra gritar con un 81.4%, descuidar con un 86.6% y nalguear con un 86.9 por ciento.
Sin embargo, para la organización estas prácticas que tuvieron una proporción menor representan la naturalización de la violencia, la cual suele ser más insidiosa a través de este tipo de acciones, ya que se encuentra más invisibilizada porque estas manifestaciones están arraigadas y validadas en los usos y costumbres bajo el pretexto de la educación, el respeto o la disciplina.
Es decir, que prácticas como gritar, descuidar y nalguear, sientan las bases para una vida permeada por la violencia que tiende a ser justificada, interiorizada, heredada y perpetuada a partir del castigo corporal como justificación.
“La tendencia general es pensar en la violencia, de primera instancia, como una manifestación física de fuerza, ya sea a través de un golpe o un grito, lo cual se puede corroborar cuando se revisan los testimonios y las respuestas sobre la definición de violencia”.
Gracias a éstas, menciona, se puede apreciar que los aspectos físicos y sexuales ocupan el primer lugar como formas de violencia identificables, seguidos por la violencia psicológica y la verbal.
Otro aspecto que se debe tomar en cuenta son los testimonios referentes al trabajo, en los que se mencionaron actividades como ir por leña, cargar cosas o estar en trabajos inadecuados en comparación con sus capacidades. Además, se hizo referencia a la duración de jornadas, los pesos que se cargan, las distancias que se recorren e incluso los tiempos que pueden pasar bajo el sol sin agua o sin comida.
“Sin embargo, en muchos de estos casos, son las niñas, niños y adolescentes quienes terminan por justificar tales acciones bajo argumentos vinculados con dos aspectos fundamentales: la necesidad de las familias y el castigo por algún tipo de conducta que alguna persona adulta considerara inapropiada y merecedora de una sanción”.
En cuanto a la violencia verbal y psicológica, el grito es la manifestación que más mencionaron las niñas, niños y adolescentes, sin embargo, también destacan otras como los apodos, chistes y albures.
Las adolescentes hacen referencia constantemente a piropos e insinuaciones, mientras que los adolescentes mencionan palabras altisonantes en torno a su orientación sexual. Aunado a esto, otras formas de violencia como las groserías, amenazas y humillaciones representan otra arista que está más vinculada con las nociones de castigo y regaño.
World Vision México encontró que en lo que respecta a la violencia con connotaciones sexuales, son las niñas y adolescentes quienes enfrentan con mayor frecuencia este tipo de manifestaciones, ya que están inmersas en contextos en los que el acoso, la violación y la explotación no son elementos que se presenten esporádicamente.
Las causas de la violencia
En la encuesta, las mujeres señalaron como causas de la violencia contra niñas, niños y adolescentes, el abandono, violencia intrafamiliar, acoso, violencia sexual, golpes, abuso, embarazos, matrimonios forzados y desapariciones; mientras que las niñas y adolescentes mencionan aspectos como la discriminación por aspecto, “fealdad”, color de piel, estatura, rasgos faciales, peso y apariencia física en general.
Los hombres adultos respondieron como causas la falta de empleo, la inseguridad, la violencia por narcotráfico, pandillerismo, las peleas en cantinas y la pobreza; mientras que los niños y adolescentes hicieron referencia al consumo de sustancias como el alcohol, drogas, tabaco (sobre todo por parte de padres u otros familiares), acoso escolar, al trabajo en exceso, a los castigos corporales y al acoso en línea.