Un idealismo extraviado del siglo XX

por | May 10, 2024 | Portada

La Ford Motor Company, nació en Dearborn, Míchigan, con el propio nacimiento del siglo XX. El lanzamiento al mercado del Ford T, sin duda, el automóvil más importante de ese siglo en 1908, supone el nacimiento de una industria con capacidad de producción masiva. Con esa maravilla tecnológica de su tiempo, el magnate Henry Ford logró su principal cometido: producir un automóvil cuyo costo lo hiciera accesible a las masas.

Para poder construir su emporio la mente de Ford tuvo necesariamente que dar decisivos y grandes pasos en todo momento. En 1928, ideó un plan para garantizar su propia producción de caucho, material necesario para los neumáticos y otras autopartes en la producción de sus vehículos. 

Ford no quería pagar los altos costos de importar el material desde Europa. Se niega a hacer negocios con los ingleses, así que, decide empezar a producirlo. Monta la más fabulosa fábrica de la historia en un sitio impensable: el Amazonas. En un proyecto de muchos billetes verdes que involucra al Gobierno de los Estados Unidos y el del Brasil, nace una ciudad: Fordlandia. 

El libro del historiador estadounidense Greg Grandin: Fordlandia: The Rise and Fall of Henry Ford’s Forgotten Jungle City, es por lo menos, apasionante porque muestra lo equivocado que estaba Henry Ford con la puesta en marcha a finales de la década de los veinte del siglo pasado de su megaproyecto a orillas del Río Tapajós.

En el complejo, sus trabajadores tenían buenos salarios, podían comprarse con aquellos ingresos automóviles… los que él mismo fabricaba. La visión industrial de Ford esperaba enormes resultados de Fordlandia en el Amazonas aunque tuviera que manufacturar el paraíso.

Grandin critica a Ford diciendo sobre él que, si bien es cierto era un pionero fabricante de coches; también, era un hombre con una visión utópica del futuro que deformaba aún más un fuerte pasado nostálgico

Brasil, era la cuna del árbol del caucho, Hevea Brasiliensis, en consecuencia parecía ser el mejor lugar para cultivarlo, o al menos eso pensaban los asesores del magnate de Míchigan.

¿Por qué fracasó Fordlandia? Porque su impulsor nunca mezcló a la ciencia en el desarrollo. No se sabe que en el proyecto se haya involucrado algún agrónomo o biólogo; tampoco que se haya utilizado el saber local sobre la plantación y el cuidado del árbol de caucho; en cuanto estos alcanzaron su madurez y las partes altas se tocaron, las orugas ocasionaron un desastre. 

Además, en el lugar pretendió construir un modelo perfecto de vida norteamericana que no fue bien aceptada por los locales. Forlandia fue una de las batallas más grandes de la selva contra la desenfrenada y optimista determinación estadounidense.

Otro golpe para Fordlandia fue el que se dio en 1910 cuando el científico ruso Serguéi Lébedev creó el primer polímero de caucho sintetizado a partir del butadieno. Ese era el futuro, no tanto el caucho natural.

Quizá la idea del propietario de la Ford Motor Company no era del todo mala al querer integrar en el Brasil a la industria con la agricultura. Probablemente el error ya se ha mencionado fue querer hacerlo en un entorno natural de lo más salvaje e inhóspito 

Al final de la Segunda Guerra Mundial, la Ford Motor Company no se hallaba en condiciones óptimas. Ford estaba viejo, su hijo Edsel había muerto. Su nieto Henry II, abandonó Fordlandia. Los norteamericanos que quedaban ahí hicieron sus maletas y se marcharon sin pena ni gloria.    

La selva que se buscaba colonizar era un lugar de lucha continua, un entorno que invitaba a lo salvaje y al decaimiento. Lo de Fordlandia fue el resultado de un idealismo extraviado de un hombre muy poderoso en donde, todo respondió a lo inesperado. 

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