Hidalgo ante el pelotón de fusilamiento

por | Jul 30, 2024 | Nacional, Portada

Después del grito de Dolores, en un edicto, el 24 de septiembre de 1810, el obispo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo calificó a Miguel Hidalgo y Costilla y a sus seguidores como perturbadores de la paz pública, seductores del pueblo y, como sacrílegos y perjuros; que habían incurrido en la excomunión mayor del canon. El obispo nacido en Asturias, prohibió además en el mismo documento que a los insurgentes se les diera ayuda de cualquier forma, y exhortaba a cuantos seguían al cura de Dolores a desistir de acompañarle y, regresar a sus hogares dentro del tercer día de haber tenido noticia del mandato. 

El arzobispo de México, Francisco Javier Lizana y Beaumont, expidió un nuevo edicto el 11 de octubre de ese mismo año, declarando que la censura del obispo de Michoacán en contra de Don Miguel y la insurgencia era válida e impuesta conforme a los cánones; por lo que, toda la feligresía católica tenía que acatarlo. 

Dos días después, el tribunal del Santo Oficio ordenó que se publicara el edicto inquisitorial contra Hidalgo. 200 ejemplares del documento, se distribuyeron por la Nueva España, llamando al líder insurgente a comparecer ante el tribunal para refutar los cargos por los que era acusado. Palabras más, palabras menos; Hidalgo y Costilla fue declarado hereje por la propia iglesia católica. 

En una vorágine de acontecimientos posteriores, Hidalgo enfrentó dos procesos: uno militar y otro inquisitorial. Antes de su fusilamiento le fue leída la terrible pena de excomunión: “Lo excomulgamos, lo anatematizamos y lo secuestramos de los umbrales de la Iglesia del Dios omnipotente para que pueda ser atormentado por eternos y tremendos sufrimientos, juntamente con Datán y Avirán… Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y que el cielo con todos los poderes que hay en él se subleven contra él, lo maldigan y lo condenen. ¡Así sea! Amén”… 

Así de inmisericordes fueron con quien defendía sus ideales y buscaba un nuevo destino para su país. Quienes pregonaban la piedad, no la tuvieron para con el infortunado sacerdote. La sentencia de muerte de Hidalgo y Costilla se dio el 26 de julio. La ejecución fue aplazada porque el condenado tuvo que ser antes despojado de su carácter sacerdotal; para ello, llegó a Chihuahua el Dr. Francisco Fernández Valentín, canónico doctoral de la catedral de Durango, comisionado por el obispo de Durango Francisco Gabriel Olivares, para procesarle y practicarle el acto de degradación.

El cura Miguel Hidalgo, enfrentó al pelotón de fusilamiento amarrado a una silla el 30 de julio de 1811. Después de su ejecución, su cuerpo fue expuesto al público sobre una mesa para que sirviera de escarmiento. Por la noche de ese mismo día fue decapitado. Su cabeza, junto con la de Allende, Aldama y Jiménez, quienes habían sido pasados por las armas un mes antes fueron remitidas a Guanajuato, en donde fueron colocadas en unas largas alcayatas de hierro, dentro de unas jaulas para ser expuestas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas.

En 2009 una investigación realizada por el arzobispado de México, concluyó que, no solo Miguel Hidalgo, sino también el gran José María Morelos y Pavón, fallecieron como sacerdotes; es decir, en el seno de la iglesia porque, ambos se confesaron antes de morir. Abundan en el caso de Hidalgo diciendo que, no murió en la excomunión porque fue enterrado en terreno eclesiástico. Pero, y ¿La persecución? ¿La infamante degradación? ¿Las humillaciones? ¿Se borran automáticamente con las declaraciones del arzobispado? No olvidemos que la jerarquía católica de los tiempos de la lucha por la independencia se opuso a la revuelta y condenó a la nueva nación. 

Los infortunados hechos del fusilamiento de Hidalgo y Costilla en Chihuahua, casi un año después de iniciado el movimiento insurgente, los conocemos hoy muchos compatriotas; por todo ello, en memoria del generalísimo, de ese gran insurgente mexicano y, como apoyo a su lucha a 213 años de distancia de su sacrificio es válido decir que ¡Todos somos herejes! 

Terminamos con una reflexión de Carlos María de Bustamante: ¡Héroe o no! ¡Padre o no! Miguel Hidalgo y Costilla, despertará por siempre la admiración de los historiadores y la respetuosa consideración de los siglos por venir.

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