Desde 1994, en México se celebra el Día Internacional de los Pueblos Indígenas y en Oaxaca el nueve de agosto que es la fecha señalada para esa celebración, la efeméride nos lleva a reflexionar sobre nuestros pueblos originarios que en Oaxaca.
De acuerdo al INEGI Oaxaca es la entidad que registra el mayor número de hablantes de lengua indígena con un millón 18 mil 106 personas, que representan el 39.1% de su población y 19.3% del total de hablantes de lengua indígena del país.
De acuerdo al artículo dieciséis de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Oaxaca en Oaxaca existen quince grupos indígenas: Amuzgos, Cuicatecos, Chatinos, Chinantecos, Chocholtecos, Chontales, Huaves, Ixcatecos, Mazatecos, Mixes, Mixtecos, Nahuas, Triques, Zapotecos y Zoques. La ley reglamentaria protege también a las comunidades afromexicanas.
Es un hecho incontrovertible que las comunidades indígenas de Oaxaca han entrado en un proceso de transformación social y en particular desde hace muchos años la religiosidad de los pueblos originarios ha dejado de ser exclusivo de una sola profesión religiosa y la diversidad se ha comenzado a asentar y acentuar en sus pueblos.
El crecimiento de las iglesias de corte protestante en la entidad es ascendente porque el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática señala que hasta el año 2020 del total de la población oaxaqueña casi el 16 por ciento se asumió como cristiano evángelico y eso incluye a los pueblos originarios.
Dicho crecimiento, sin embargo, ha encontrado diversas resistencias y ha provocado conflictos no solo en las comunidades indígenas, pero también en zonas urbanas, empero donde se presenta con mayor crudeza esta problemática es justamente en los pueblos indígenas.
El hecho de quemar un templo cristiano en San Juan Lalana como sucedió esta semana es una muestra de una problemática que está allí y ha estado siempre. No es la primera vez que se destruye una iglesia cristiana. Hace unos 14 años fue destruido el templo de San Andrés Yaá y expulsado el pastor Imeldo Amaya Gabriel junto con su familia.
En Oaxaca se quiera reconocer o no hay desplazamiento forzado como deja de manifiesto la expulsión de siete familias del municipio de San Juan Mazatlán, Mixe que tienen que vivir ahora en el municipio de San Guevea de Humboldt a quienes se suman decenas de personas que han tenido que dejar sus comunidades por intolerancia religiosa.
Es una realidad irreversible que los pueblos indígenas de Oaxaca han dejado de tener una sola religión y han diversificado sus creencias sobre Dios y eso ha agudizado la problemática en esos lugares y sin duda alguna esto seguirá ocurriendo por diversas razones que enseguida enlisto.
Una de las principales causas por las que se persigue cristianos de manera feroz en los pueblos originarios es porque de manera sorprendente en los llamados sistemas normativos internos prevalecen cargos que tienen que ver con la iglesia católica, es decir, nombramientos como de sacristán o mayordomo.
En Oaxaca que forma parte de la federación el Estado laico tiene excepciones y una de ellas es justamente el de los pueblos indígenas donde no se ha logrado separar cargos civiles de cargos religiosos y mientras esto siga en ese estado la problemática se mantendrá por muchos años más, con todas las injusticias que conlleva.
De tal manera que nuestro llamado a las autoridades de los tres niveles de gobierno y en particular al Congreso estatal es que se haga una revisión de los llamados usos y costumbres o sistemas normativos internos para que se separen los cargos religiosos de los cargos netamente comunitarios.
Es una pena que en la tierra del liberal Benito Juárez se mantenga una práctica a todas luces violatoria de derechos humanos.