Nadie sabe a ciencia cierta cuándo nació. Algunos dicen que el nueve o el 10 de agosto de 1782; otros, ubican su alumbramiento el 4 de abril de ese mismo año. Todos saben al día de hoy que el 14 de febrero de 1831 fue asesinado en Cuilápam, en el Estado de Oaxaca.

Antes, al ser interrogado en una cámara del bergantín Colombo en el que era prisionero, Vicente Ramón Guerrero Saldaña, rindió una declaración preparatoria manifestando tener cuarenta y siete años, estar casado y ser general de división de la República mexicana.

Un oficio a José Antonio Facio, secretario de guerra, el 23 de enero de ese 1831, le comunicaba la aprehensión y detallaba medidas a tomar. La comandancia le advertía al secretario sobre el peligro que representaba para el gobierno de Anastasio Bustamante conservar con vida a Guerrero. Temían principalmente que, Juan Álvarez, le rescatase por mar o tierra; por lo que, sugería que el general fuese “enterrado” de manera inmediata en Huatulco.

Cuatro días después, Facio, manifestó su beneplácito por la captura del expresidente; antes, ya había planeado la estrategia de trasladarle a un sitio en donde tuviera el menor número de partidarios para, no exponerse a una posible rebelión que buscara rescatarle. Vicente Guerrero, Miguel de la Cruz, Manuel Zavala y Manuel Primo de Tapia, fueron conducidos por caminos de difícil acceso y poco conocidos de Huatulco a la ciudad de Oaxaca. En las inmediaciones de Ejutla, la escolta inicial de 50 dragones que trasladaba a Guerrero fue reforzada con 150 efectivos más provenientes del batallón de Tehuantepec. Muy pocos, casi nadie se percató del arribo a Oaxaca en horas de la mañana de aquel primer día de febrero.

La administración de Bustamante ya había preparado todo en la capital. Los prisioneros fueron recluidos en el convento de Santo Domingo. El traidor Francisco Picaluga acompañó a los presos hasta Oaxaca, no porque quisiera que llegasen con bien a su destino ¡Quería que le pagaran el dinero que le habían prometido por consumar la infamia!

Si ya habían decidido la suerte del general insurgente ¿Por qué montar un proceso casi teatral para juzgarle? Porque para quienes ostentaban el poder gracias al Plan de Jalapa, la apariencia de legalidad era importante para usarla en la medida en que conviniera a sus intereses.

Con siete cargos encima, el siete de febrero, se notificó a Vicente Guerrero, que se formaría un consejo de guerra en su contra; quien por cierto, no estuvo asistido por ningún abogado defensor. En los actos procesales del día siguiente, se notificó al teniente Mónico Villa, que el procesado lo había nombrado defensor. Villa rehusó la defensa, alegando estar enfermo de calentura. El subteniente de la brigada de zapadores Francisco de Cosío, ante la negativa de Villa, aceptó inmediatamente la defensa del general.

Juzgado Guerrero en el consejo de guerra por lesa nación, su defensor alegó que, el acusado era un desdichado, un miserable, un hombre inepto, incapaz e imbécil; por lo que, carecía de facultades intelectuales y discursivas. Así pues, el general tixtleco no era capaz de cometer sedición, ni de reunir individuos para algún tipo de pronunciamiento; es decir, lo mismo que dijo el congreso para declararle incapacitado para gobernar.

El 10 de febrero, Guerrero Saldaña fue declarado culpable y condenado a ser pasado por las armas. Hincado en Santo Domingo, un día después le fue notificada la sentencia.

El día de su sacrificio, el general dijo a sus verdugos que él siempre había servido a la causa de la patria; les encomendó además que, ante todo cuidaran la defensa de nuestra Independencia, posteriormente Don Vicente Guerrero se vendó los ojos por sí mismo y se sentó a esperar su destino.

Las balas enemigas le restituyeron parte de su nombre; el pueblo de México a 193 años de distancia de aquel magnicidio, le ha restituido sin regateos la gloria y, un lugar preponderante en el altar de la patria.

Creemos fervientemente que el odio racial predominante en la élite política de aquel México contra quien consideraban una persona ignorante e incapaz, por el hecho de ser descendiente de los pueblos negros africanos y de los precolombinos, selló las horas finales del gran insurgente.

A lo mejor, comparado con los grandes como él, los de su generación, Vicente Guerrero vivió más de la cuenta. Para desgracia de quienes le llevaron al paredón, hoy, el tixtleco vive más allá de la victoria; de aquella misma… que consumó la independencia de México.

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