Preso en Leavenworth, Kansas, en los Estados Unidos y, del epistolario del gran Ricardo Flores Magón, se transcribe un desgarrador fragmento de una carta que le envió a Gus Teltsch, en mayo de 1920:
“Estoy avergonzado de no haber contestado más pronto tu amable carta del 9 de abril último; pero esto ha sido a causa de mi mala salud. Estuve muy enfermo durante todo el mes de abril y la última parte de marzo, y para coronar mi desgracia me estoy quedando ciego. Me siento mejor ahora, con excepción de la vista, que se me está poniendo más débil cada día. Estoy condenado a cegar, querido camarada; estoy condenado a ser un objeto cualquiera. El oculista de esta institución se ha tomado muchas molestias para tratar de encontrarme anteojos apropiados; pero sus esfuerzos han sido en vano. Mis ojos ya están demasiado dañados. Por lo tanto, estoy en espera de la eterna obscuridad que va a envolverme mientras viva […] Para mí, el no ver es una positiva desgracia. ¡No ver más la luz…! ¿Has pensado tú alguna vez en esto, querido camarada? La sola idea hace que a uno se le revuelva la cabeza. La gente compara la ceguera con la noche. Sí, es la noche; pero sin el encanto de las estrellas. Es la noche, pero sin la poesía de la naturaleza vista a través de la obscuridad”.
Efectivamente, en aquella prisión, el estado de salud de Ricardo se complicó. Padecía diabetes, reumatismo, tuberculosis, cataratas y un estado de ceguera parcial.
Finalmente, su muerte fue anunciada el 21 de noviembre de 1922. Los testimonios de Librado Rivera, su compañero de celda, y de su hermano Enrique, señalaron que fue asesinado antes de la medianoche por un guardia de la penitenciaría, después de ser trasladado de celda sin justificación alguna. Su cadáver fue repatriado a México un año después.
Existen tres versiones sobre su deceso: la oficial que apunta a un muerte natural a consecuencia de un paro cardiaco; la del asesinato, que mencionaron Librado Rivera y Enrique Flores Magón; y otra, que murió asesinado por la “justicia” estadunidense que nunca consideró su precario estado de salud para liberarle.
La llegada del Presidente Woodrow Wilson al poder en la unión americana en 1913 había recrudecido el escenario político con México, sobre todo, si se consideraba que Victoriano Huerta había hecho una alianza estratégica con Alemania que, había reconocido a su gobierno, después del golpe a la administración maderista. Ricardo y su hermano Enrique, había sido arrestados el 18 de febrero de 1916, en su casa de Edendale, California, acusados de violación de la Sección 211 del Código Penal de los Estados Unidos de 1910, por depositar material “indecente” en el correo de Estados Unidos –Por lo menos eso afirmaba la autoridad-.
A finales de la Primera Guerra Mundial, Ricardo Flores Magón, estaba recluido en una prisión federal, era el prisionero 14596-L, porque había publicado un artículo en su periódico Regeneración, en contra de la guerra europea; entonces, se le aplicó una ley inventada, conocida como Ley de Espionaje. Por un artículo de periódico se encerró a Flores Magón y se le sentenció a 20 años de prisión ¡por un artículo de periódico! Un supuesto manifiesto antibélico que publicó junto con Librado Rivera, en el que llamaron a abstenerse de tomar las armas a favor del ejército estadunidense por considerar precisamente a la Primera Guerra Mundial, una lucha burguesa que solo respondía a los intereses de los poderosos y no de la clase trabajadora.
Ricardo fue rebelde, pensador revolucionario, luchador social, escritor, periodista… rebelde, más rebelde y rebelde hasta la muerte.
Hasta nuestros días, el legado periodístico de Flores Magón resulta imprescindible para comprender el proceso histórico de la Revolución Mexicana.
En este siglo XXI vertiginoso, donde exista un periodismo libre, un discurso contestatario de masas que no busca complacer a la autoridad; ahí sin duda, estará presente, el rebelde Ricardo Flores Magón.
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