Riaño e Hidalgo. De encuentros y desencuentros

por | Ene 16, 2025 | Portada

Juan Antonio de Riaño y Miguel Hidalgo y Costilla eran amigos. Coincidían en tertulias en donde se hablaba de artes y ciencias en la primera década del siglo XIX; eran personajes cultos y muy destacados entre los pobladores del bajío en la Nueva España.

Después de la explosión que representó el inicio de la Independencia de México, con el grito de Dolores, el encuentro entre realistas e insurgentes aquel aciago 28 de septiembre de 1810, no representó ningún acto heroico. Fue una masacre inmisericorde de alrededor de 500 personas resguardadas en una Alhóndiga de Granaditas que tenía casi un año de haber sido concluida.

Juan Antonio de Riaño y Bárcena era marino de profesión, era el Intendente de Guanajuato y el defensor de la alhóndiga de granaditas aquel día de septiembre, además, era amigo muy cercano del Capitán General de América, Don Miguel Hidalgo y Costilla. Hasta hoy es imprecisa la información sobre los porqués de Riaño para encerrarse con los suyos en una ratonera como era exactamente el depósito de granos aquel día. Hidalgo atacó el hoy histórico sitio con una muchedumbre cercana a 20 mil efectivos -siete días antes había atacado la Ciudad de Guanajuato-. No se le podía llamar ejército a un montón de campesinos y mineros armados con piedras, palos, azadones, machetes y lanzas.

Riaño no alcanzaba a contar con 400 soldados, eso sí, muy bien apertrechados, con armas y suficientes municiones para obstaculizar el avance insurgente. Los resguardados además de los militares eran, mujeres y ancianos. Casi todos fueron asesinados.

Al menos dos misivas envió Hidalgo y Costilla a Juan Antonio: la oficial, en donde le intimidaba por el número de efectivos que le asistían para que se rindiera y, la particular, en la que le manifestaba su amistad y garantizaba proteger a su familia, especialmente a su esposa enferma.

Riaño solicitó ayuda para defender su posición. Nunca la consiguió por parte de la “Espada del Virreinato”, Don Félix María Calleja del Rey. El Intendente fue uno de los primeros en morir al inicio del intercambio de proyectiles. Una bala atravesó su cráneo al pie de una escalera.

Por cómo se dan los acontecimientos posteriores, parece ser que la famosa toma de la Alhondiga de Granaditas, lejos de una victoria contundente, es el inicio de la decadencia de Hidalgo sus alzados ¿Por qué? Porque aquel acto de barbarie total radicalizó a los grupos de terratenientes criollos y españoles quienes financiaron el ejército realista y las milicias patrióticas para terminar con la rebelión lo más pronto posible. Lo más importante, tenían el respaldo de una parte importante de la población general que temía quedar en medio de los saqueos.

Las guerras separan a los amigos, enfrentan a los hermanos y dispersan a las familias. Los ideales eran algo que las verdaderas mujeres y hombres de aquel México que despertaba, se tatuaban en el pecho.

De haber aceptado las condiciones de Hidalgo, Riaño a lo mejor hubiera conservado la vida; pero, los hubieras no existen. No en la guerra. No en la política. No, en ninguna otra parte.

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