Creso y los malos mensajeros

por | Feb 1, 2025 | Portada

Vivió entre los placeres, el arte y la guerra. Convirtió a su reino en el más poderoso de oriente próximo hasta su conquista por Ciro de Persia en 546 A. C. Era uno de los hombres más ricos que ha dado la historia de la humanidad. Creso, fue el último rey de Lidia, perteneciente a la dinastía Mermnada. Muy probablemente su padre Aliates, sumó al mundo una de las invenciones más duraderas y decisivas de nuestra historia: la moneda. A diferencia de Midas quien fue un rey avaro, Creso fue un Monarca generoso ¡Sí! Tal vez, un mucho ambicioso.

Ante el avance de Ciro el grande, poderoso mandamás del imperio Aqueménida, según cuenta Herodoto, mandó a algunos emisarios al monte Parnaso, al oráculo de Delfos con la firme intención de preguntar a los dioses cuál sería el destino de su ejército y reino ante la posibilidad de cruzar el río Halys, para chocar con las huestes de Ciro. 

La divinidad Pitia, célebre sacerdotisa, le contestó que si lo hacía, sin duda alguna, iba a destruir un gran imperio. Con la lectura de sus emisarios, Creso organizó una coalición de pueblos, ni tardo ni perezoso, retó a Ciro a una acción de armas. Finalmente fue pisoteado por el Grande, en Capadocia, en la célebre batalla de Timbrea.

Aquella derrota precipitó el fin del reino de Lidia y de su dinastía. Creso nunca volvió a ser el mismo. Fue condenado por Ciro a morir en la hoguera, antes perdió a su amado hijo y heredero Atys. 

Quizá la ambición de Creso excedía el tamaño de su pequeña nación. Un sinnúmero de desgracias desencadenadas, por no haber interpretado correctamente un mensaje. Cuando el oráculo vaticinó la destrucción de un imperio, no se refería al de Ciro, estaba hablado claramente del reino Lidio. El malogrado Creso nunca lo pudo leer, no lo comprendió… jamás lo entendió.

Al final de su existencia, ni todas sus riquezas salvaron al rey lidio. En la guerra, el amor, la política; la vida en general, las lecturas tienen que ser efectivas, los mensajes certeros; si no se alcanzan a comprender, hay que contratar descifradores e intérpretes. Imperdonable solo es ¡Hacer el ridículo!

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