Muchos textos se han escrito sobre la celebración. Algunos con más trabajo de investigación que otros. Muchos con visiones particulares de sus autores.
La Guelaguetza en Oaxaca transfigura los dichos en presencias. El viento, los árboles, las nubes, las nutrias, las serpientes, la lluvia y la humedad… son cultura. En el séptimo mes del año, se recuerda a quienes son y están, también a la fiesta, la vida, la naturaleza, la muerte, los dioses y los espíritus.
Oaxaca se vestirá de Guelaguetza estos 21 y 28 de julio próximos. Aún para quienes ya han estado en el cerro del Fortín es difícil hacer reseñas. Asombran los trajes, los bailes, las voces, el color; la presencia de quienes fundaron la tierra oaxaqueña con quienes la celebración misma tiene un vínculo inseparable: son como granos de maíz adheridos a una mazorca.
En el cerro del Fortín se conjugarán sones, jarabes y chilenas, con voces en lengua natura que reafirmarán a las y los oaxaqueños y al Estado en el concierto nacional y mundial, como el corazón cultural e identitario de México.
En una aldea global convulsa, particularmente con una relación tirante entre México y los Estados Unidos; en territorio oaxaqueño, la Guelaguetza seguirá siendo vitalidad y diversidad, alrededor de un escenario circular se toca el alma humana acortando distancias y alejando resabios entre pueblos hermanos. Ojalá y todo el mundo fuera Guelaguetza.
Para este año 2025, en voz viva de los organizadores se promete que para los lunes del cerro, lo fascinante no provenga de lo espectacular, sino de lo cotidiano, sacro y espiritual.
En casi todo el año pero, especialmente en julio, hay que cantar hasta que nos quedemos sin voz, bailar hasta que nos duelan los pies… ¡Oaxaca y su Guelaguetza bien se lo merecen!
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