A poco más de dos años de la reapertura de las escuelas y el regreso a clases de miles de estudiantes, después de la suspensión decretada por el gobierno federal a causa del Covid-19, entre las consecuencias sociales de la pandemia en Oaxaca que dejó son el aumento en la deserción escolar, en el trabajo infantil, en el matrimonio infantil y en el suicidio infantil, según un estudio reciente del Centro de Estudios Sociales y Políticos (CESOP) del Congreso local.
El cierre de las escuelas propició el abandono de las clases y la introducción de una mayor cantidad de niños en el mundo del trabajo.
“Así mismo los bajos niveles de ingresos, acrecentados a raíz de la endeble economía registrada a partir de la pandemia, fueron un detonante para el incremento del trabajo infantil, distinguido con particularidad en el estado de Oaxaca, por contar con altos índices de pobreza”, revela.
Para Michel V. L. de 14 años de edad, la suspensión de las clases en apariencia le dejó más tiempo libre; pero durante más de 18 meses se quedó a cargo del cuidado de sus dos hermanos menores, e incluía la preparación de sus alimentos, porque sus padres debían trabajar, y por las tardes, debía también trabajar ayudando a su padre en la recolección de materiales como el PET, el fierro y el aluminio, entre otros, para revenderlos.
De esa manera, la pandemia la orilló a una jornada laboral extensa de más de ocho horas con el fin de ayudar a su familia en generar ingresos y mejorar su economía, a partir de la principal actividad a la que se dedican, también sus hermanos mayores, a la recolección de residuos sólidos urbanos sujetos de reciclaje.
Óscar Castillo, director del Proyecto Campos de Esperanza de la organización Zikanda, afirma que la suspensión de clases presenciales, el cierre de todo tipo de actividades económicas, sociales y otras, agravaron la crisis económica y aproximadamente siete mil 983 niños y niñas oaxaqueñas se sumaron al trabajo infantil, un incremento del 5 por ciento, en comparación con las cifras de anos anteriores.
Antes de la pandemia, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), reportó en la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) aplicada en el cuarto trimestre de 2019, que el 21.5% de la población de 5 a 17 años en Oaxaca trabaja. Esta es la cifra más alta a nivel nacional, lo que se traduce en un aproximado de 159 mil 661 menores de edad que se encuentran en situación de trabajo infantil.
También Oaxaca ocupa la tasa de quehaceres domésticos que realizando los menores de edad en condiciones no adecuadas, con 9.3%; respecto al trabajo infantil peligroso, la entidad oaxaqueña también tiene la tasa más alta del país, siendo de 13.7%. Referente a los quehaceres domésticos por entidad federativa, la población infantil de Oaxaca que en 2019 llevaba a cabo esas actividades y no asistía a la escuela era de 6.5 por ciento.
“Oaxaca ocupa la tasa más alta de trabajo infantil en el país, 10 puntos por arriba de la tasa nacional, que es de 11.5%, y 16.2 puntos por arriba del estado con menor tasa. Dichos resultados destacan que, en el estado, 95 mil 694 personas de 5 a 17 años realizan quehaceres domésticos en horarios prolongados o en condiciones peligrosas, de las cuales 47 mil 835 son mujeres. De igual manera, la Encuesta en cita muestra que 65 mil 738 niñas, niños y adolescentes que laboran en actividades no permitidas”, de acuerdo con Sikanda. El 42.8% de los niños y niñas de Oaxaca, trabajan en el sector agrícola, es decir, 65 mil 738 niños trabajando en esta área y a pesar de ser considerada como actividad de índole peligrosa.
Carlos Camacho, integrante de Sikanda, explica que esta población se encuentra en situación de vulnerabilidad y desventaja, por lo que el trabajo infantil priva de una vida digna, e impide un pleno, armonioso y sano desarrollo de su personalidad, atentando cada día contra su integridad física, psíquica y moral, y hasta contra su propia vida, pudiendo estar sometidos incluso a trabajos que por su madurez y desarrollo no comprendan los riesgos y daños que les pueden ser causados.
“No pasa inadvertido, además, que como parte de la violencia que pueda ejercerse sobre ellas/os se encuentra la desventaja en la que se puedan encontrar las niñas y niños en el acceso a la justicia, no solo a la justicia laboral, sino además a las sanciones penales que debieran establecerse si fuera el caso”, señala.
Niñas y trabajo infantil
El coordinador de Desarrollo de la asociación civil Canica Oaxaca, Alejandro Lima, advierte que el trabajo infantil que realizan en las calles de la zona metropolitana de la capital del estado, es de una mayor carga laboral y a lo que se le suma el desdén de la sociedad, la invisibilización, el que muchas de ellas no perciban ningún ingreso y se enfrenten a una mayor violencia; esto, en comparación con el trabajo infantil en la calle de los niños.
Lo anterior, explica, se afirma luego de una investigación realizada por el Centro de Apoyo al Niño de la Calle (Canica) y la Universidad Iberoaméricana Campus Ciudad de México.
En términos cuantitativos el 77 por ciento de los trabajadores en calle en la zona metropolitana de Oaxaca son hombres y un 27 por ciento son mujeres. Sin embargo, explica, el enfoque de género en el estudio permitió detectar y visualizar “ciertas sutilezas”.
“Aunque el mayor número de trabajadores en calle sean hombres, esto no quiere decir que las mujeres no tengan un mayor trabajo”, menciona.
La investigación arrojó que aunque el número son más trabajadores hombres, en términos esenciales son las mujeres las que tienen una agencia más amplia de trabajo y también tienen un desdén hacia el trabajo que realizan, y aunque el trabajo infantil es muy común en los hombres, son las mujeres que por lo regular carecen de pago, de reconocimiento y su trabajo es invisibilizado.
“Por lo regular a los hombres que hacen trabajo callejero, se les tiene por una fachada de trabajadores y proveedores, aunque estrictamente no lo sean así, porque no contribuyen muchas veces directamente al gasto familiar y se involucran poco o nada en las labores domésticas; mientras que en el caso de las niñas y las mujeres decimos que tienen una agencia más amplia, porque ellas no solamente son trabajadoras y proveedoras, también son protectoras, cuidadoras y muchas veces hasta estudiantes”.
El coordinador de Desarrollo de Canica detalla que han identificado tres tipos de trabajo infantil en la zona metropolitana de Oaxaca. El primero son aquellos niños, niñas y sus familias que llegan por temporadas álgidas de turismo a vender sus productos, a vender dulces o a pedir dinero directamente, y luego regresan a sus lugares de origen.
También está un trabajo infantil ya con base en la ciudad de Oaxaca y que son aquellas familias, niños y niñas, que viven en la zona metropolitana pero que se dedican de manera permanente al trabajo infantil callejero. Los centros fundamentales son la Central de Abastos, los principales cruceros de la ciudad y el Centro Histórico.
El tercero es propiamente la explotación laboral y la trata de personas, en donde han identificado grupos que organizan a familias, niños y niñas, para que acudan a trabajar en la zona metropolitana, pero ya bajo una cuota fija, una rendición de cuentas hacia sus explotadores. Esto, para que por medio de mecanismos de promoción del trabajo, los traen desde su lugar de origen para que hagan actividades donde realmente los beneficios que ellos reciben son muy mínimos.
“Entonces el trabajo infantil en la zona metropolitana en Oaxaca tiene diferentes matices y esta son tres que hemos identificado de manera clara”.
Difícil calificar el panorama del trabajo infantil: CESOP
Según el informe realizado por el CESOP del Congreso del estado, en Oaxaca es difícil calificar crudamente el panorama del trabajo infantil durante la pandemia, al ser uno de los estados con mayor índice de pobreza y ante el cierre de escuelas para pasar a una modalidad a distancia; en donde el acceso a un dispositivo electrónico como una televisión o un teléfono móvil con acceso internet se volvió un verdadero lujo.
No obstante, recalca que antes de la pandemia el trabajo infantil ya se presentaba como uno de los principales problemas, “puesto que en las comunidades de la entidad oaxaqueña se ha normalizado incorporar a los menores al trabajo del padre a manera de aprender un oficio o al de la madre para aprender actividades domésticas, las cuales tienen base en las costumbres, creencias y rutinas que remarcan el desarrollo de sus relaciones sociales, laborales y económicas”.
También puntualiza que son las zonas rurales de Oaxaca las más susceptibles a recibir los embates de la crisis económica nacional.
“La pobreza arraigada en la sociedad, lleva de manera general al jefe de familia a integrar al mundo laboral a su cónyuge, pero, en muchos de los casos no resulta suficiente, y recae en la incorporación gradual al trabajo de sus hijas e hijos, casi siempre en las áreas denominadas peligrosas”.
De igual manera, sostiene que el trabajo doméstico infantil con frecuencia permanece oculto y resulta difícil de abordar como problema; sus vínculos con los modelos sociales y culturales característicos de las familias oaxaqueñas siguen vigentes.
Mientras que el trabajo infantil en Oaxaca muestra otras actividades aparte de la agricultura o el trabajo doméstico, tal es el caso de los niños que se desempeñan en la calle, los cruceros son los lugares predilectos para llevar a cabo la venta de algún artículo de bajo costo, como los dulces, también para ofrecer servicios de limpieza de parabrisas, o incluso brindan espectáculos de malabarismo y otros más recorren las calles del centro solicitando dinero a los transeúntes.
Trabajo infantil: ni remunerado o mal pagado
Uno de los datos relevantes y alarmantes de la encuesta realizada por el INEGI se refiere a la remuneración percibida por parte de los niños.
La cantidad de menores en situación de ocupación que no perciben ingresos por realizar este tipo de actividades es de 78 mil 480, es decir, el 51% de los ubicados en ese ramo no ganan ni un solo peso por su trabajo.
El 37% gana tan sólo el equivalente a un salario mínimo o menos, mientras el 9% gana hasta dos salarios mínimos.
Otro dato alarmante es que aproximadamente 75 mil 230 menores de edad con jornadas laborales de 14 horas, muy superior a lo determinado por las leyes mexicanas.
Aumenta el matrimonio infantil, los suicidios infantiles y los daños a la salud
El informe del CESOP del Congreso de Oaxaca, señala además, que entre las secuelas de la pandemia del Covid-19 se detectó un incremento en otra forma de explotación infantil en el estado: el matrimonio infantil, la cual – asegura – es practicado con cierta frecuencia en diferentes comunidades de las regiones de Oaxaca, destacando la Mixteca y la Sierra Norte.
La Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO), dice, ha manifestado un incremento en las bodas de menores de edad, “siguiendo los mismos patrones visualizados en otros países, como Bangladés o India, donde las familias buscan casar a las hijas para recibir el beneficio principalmente económico, así como alivianar los gastos”.
El Centro de Estudios apunta que las actividades o trabajo infantil que realizan los niños y niñas, están también acompañadas de los padecimientos experimentados por ellos mismos al realizarlo, afectándolos de manera física y emocional; niños estibadores, ayudantes de albañil o vigilantes de grupos delincuenciales, son todas parte de la problemática social presente.
En cuanto a la salud emocional, advierte, el suicidio infantil de igual forma se incrementó en el estado de Oaxaca. Las condiciones atravesadas por los menores de edad generadas a raíz de la pandemia, fueron determinantes para llevarlos a quitarse la vida.
De acuerdo al INEGI, en el año 2020, se registraron en Oaxaca 49 suicidios de menores de edad, mientras que en 2019 habían sido 31, eso se traduce en un aumento del 58%, tan sólo en un año de diferencia.
Aunado a ello, el total de suicidios fue de 214, lo cual significa que el 22.9% corresponden a menores de edad; en contraste con lo registrado en 2019, donde correspondió al 18.7%, de un total de 166, o en 2018, con un 18.6% de los 140 suicidios totales.