En horas de la noche este 22 de octubre, desde su página oficial de X, los Dodgers de los Ángeles, anunciaron la muerte del pitcher mexicano, Fernando Valenzuela Anguamea.
Hace unos días había sido ingresado a un hospital de Los ángeles, por problemas de salud. Últimamente se le había visto muy desmejorado en las transmisiones radiales de los partidos de su amado equipo albiceleste.
Contra lo que muchos afirman, Valenzuela no se hizo en un diamante deportivo del beisbol, Se construyó a sí mismo desde la casa de unos padres campesinos, junto con más de una decena de hermanos en un pedazo de tierra del municipio de Navojoa en el sur de Sonora. El temple, el talento y la seguridad distinguieron siempre a Fernando Valenzuela del resto de los lanzadores de su generación. Todo lo que consiguió en el terreno de juego, grande o no, lo obtuvo a pulso; nadie le regaló nada.
En aquel año de ensueño de 1981 en la Major League Baseball (MLB), el zurdo de Etchohuaquila, Sonora, ganó todo: el galardón para el novato del año y el renombrado premio Cy Young, al mejor pitcher de la temporada, hazaña que al día de hoy, no ha podido ser emulada por ningún otro lanzador. La cereza del pastel fue el triunfo en el juego tres del clásico de otoño de ese año contra los Yankees de Nueva York, logrando al final de la serie, alzarse con el campeonato de la MLB. Años después, el juego sin hit ni carrera contra los Cardenales de San Luis, en un día de junio de 1990 en Dodger Stadium.
Ya había jugadores latinos en las grandes ligas antes de Valenzuela, pero las hazañas del zurdo mexicano en el montículo de los Dodgers, hicieron que otras franquicias del beisbol profesional estadounidense abrieran sus puertas a nuevos talentos. En México y en diversas partes de América Latina y del mundo, inspiró a miles de niños y jóvenes a jugar pelota caliente. La famosa Fernandomanía paralizaba el Estado de California y gran parte de la unión americana y, a México por supuesto cuando Valenzuela subía a lanzar pelota en mano comandado por Tom Lasorda.
Valenzuela Anguamea, es miembro del Salón de la Fama del Beisbol Mexicano desde 2019. Según los expertos en la materia, sus logros en la Major League Baseball no fueron suficientes para entronizarle en el salón de los inmortales del beisbol de Cooperstown. En menos de un mes, en este aciago octubre de 2024 se han ido Pete Rose y Luis Tiant, otros dos grandes de la pelota quienes al igual que El Toro, tampoco lograron ingresar al salón de la fama.
Los Dodgers de los Ángeles en una ceremonia muy sentida en agosto del año pasado retiraron el legendario número 34 que el pitcher zurdo utilizara con el equipo angelino. Ya con Valenzuela sin nosotros físicamente, y aún desde antes, hoy más que nunca podemos afirmar que el sonorense es el mejor beisbolista mexicano de todos los tiempos.
En todos los parques de pelota de nuestro país, siempre habrá un antes y un después del gran Toro. Quienes tuvimos la fortuna de ver lanzar al enorme Fernando Valenzuela, pudimos ser testigos de una parte fundamental de toda la historia del beisbol mexicano.
Salía a hacer lo que mejor sabía: lanzar pelotas que no pudieran batear los contrarios. Con eso, Valenzuela paseó y acrecentó su grandeza por los diamantes de la pelota del mejor beisbol del mundo. Para el látigo zurdo de Etchohuaquila llegó la hora de descansar el brazo; ha caído el out 27; las luces del estadio se han apagado; los bates, los guantes, la legendaria camisola con el número 34, las libretas de anotaciones con todas las proezas se tienen que guardar en el baúl de los recuerdos. Ha muerto el hombre… nace la leyenda.
¡Hasta siempre Fernando!
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