La historia oficial dice que se suicidó junto con su esposa en un búnker en Berlín, el último día de abril de 1945. Enfermo, derrotado, abandonado a su suerte, Adolf Hitler, sucumbió ante los rusos en el último tramo de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando alcanzó el poder en el 33 del siglo pasado, una era de terror se esparció por gran parte del viejo continente. El führer se hallaba fuera de las restricciones legales del aparato del Estado. Concentró un dominio total sobre la sociedad alemana. Tenía un don increíble para engendrar esperanzas pero, también odios y resentimientos. Durante su régimen, el poder no fue un fin en sí mismo sino, un medio para aniquilar a sus enemigos y con ello, dominar primero a Europa y después al resto del mundo.
El mito de Hitler que vendió Goebbels a los alemanes, fue el de un führer que lo sabía todo y que trabajaba sin descanso; sin embargo, quienes conocen su historia de vida a profundidad coinciden en que, fue un gobernante que nunca funcionó realmente, alguien que jamás trabajó plenamente. Algunos son más duros cuando afirman que el máximo dirigente del Tercer Reich, es alguien que no podía soportar esfuerzo intelectual a largo plazo, incapaz de leer un documento de más de 20 páginas; alguien a quien le gustaba retirarse a su refugio para escapar de la realidad.
Adolf Hitler recluta a sus incondicionales a principios de los años veinte del siglo pasado. Tardó 15 años para hacerlo. El primero de ellos, Hermann Göring, es un ogro amante del lujo y la extravagancia que no pensaba en otra cosa más que en enriquecerse, además de ser un oportunista, drogadicto y bulímico; el segundo, es Joseph Goebbels, un escritor fracasado, un hombrecito cojo, que vive solo para servir a su amado líder Hitler; el tercero es, Heinrich Himmler, un pequeño burgués con espejuelos, frío, meticuloso y terco que se convirtió a la postre en el asesino del siglo. El arquitecto Albert Speer, quien es un gran manipulador y comparte sus sueños megalómanos dispuesto a hacer cualquier cosa para ser su favorito, se ubica también cerca del führer. En esta lista finalmente están Rudolf Hess y el terrorífico Josef Mengele. Este último par de bestias encarnan la crueldad del nazismo, no muestran piedad alguna por sus víctimas y son parte del entramado que ocasiona el exterminio de más de un millón de seres humanos en Auschwitz-Birkenau.
Sus embates contra los judíos, los polacos, los romaníes, discapacitados y los prisioneros de guerra rusos representan lo que los nazis denominaron como, la supervivencia del más apto; esto es, la barbarie en su más alta expresión: la aniquilación del ser humano a manos del mismo ser humano.
La dictadura alemana fue radicalmente totalitaria, una época de terror para los propios locales. Así lo muestran dos atentados que buscaron asesinar a Hitler, uno en 1939 y otro en 1944. El arribo de los nazis al poder, representó el inicio del Tercer Reich y el fin de la democracia parlamentaria; después, operó la llamada política de coordinación que representó la alineación de las personas y las instituciones a los objetivos del nazismo. Una dictadura que dejó sus nefandas huellas en aproximadamente seis millones de judíos que perecieron a manos y, como consecuencia de los sueños de poder y grandeza de Adolf Hitler.
En los albores de la Segunda Guerra Mundial, los nazis llegaron a París. En aquella ocasión Hitler visitó la tumba de Napoleón en Los Inválidos. Nunca pudo presentir que al igual que Bonaparte, unos meses después acabaría estrellándose contra Inglaterra y hundiéndose en Rusia.
El 01 de octubre de 1946, después de 10 meses de juicio en Nuremberg, el tribunal internacional codena a Hermann Göring y a otros 12 acusados a morir por ahorcamiento por sus horrendos crímenes. Speer fue condenado a 20 años de prisión y murió en su cama de un infarto en 1981. Antes, Mengele falleció en Brasil en 1979 ahogado en una playa sin que la justicia, ni siquiera la divina lo tocara.
Los campos de exterminio nazis viven en la memoria del horror del mundo. Hoy estamos de acuerdo en que Hitler y su camarilla de asesinos, están entre los personajes más odiados en la historia de la humanidad; pero también coincidimos en que, nunca más en el mundo otra generación de criminales como la de ellos.
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