Langmuir, Planck, Born, Bohr, Lorentz, Einstein, Dirac, Heisenberg, De Broglie, Schrodinger, Piccard y otros más estaban ahí. El fotógrafo Benjamin Couprie tomó una fotografía icónica en Bruselas. 29 personajes en un frío otoño entre dos guerras. Era 1927. Estaban en las conferencias de Solvay.
En la imperdible instantánea aparece una sola mujer, era Marie Curie. Entre todos los fotografiados hay por lo menos 16 premios Nobel; de los que, Madame obtuvo dos galardones en dos categorías distintas: el de física en 1903 por su descubrimiento de la radiactividad y, el de química en 1911 por el aislamiento de los isótopos de Radio y Polonio. Polonio quizá en honor a su país de origen y Radio, producto de un vocablo latino que significa rayo.
Nació como Maria Salomea Sklodowska el 7 de noviembre de 1867 en una Varsovia ocupada por los rusos. Era la hija menor de cinco hermanos. Con apenas 15 años, no pudo ingresar a la Universidad de su ciudad natal. Por aquellos tiempos, la institución no admitía mujeres; entonces, refugió su deseo de conocimientos por la llamada «Universidad Volante», una institución clandestina, que aceptaba damas ofreciéndoles educación de calidad en su idioma natal.
Después de cumplir un pacto con su hermana Bronya para costearse mutuamente sus estudios, en 1891 se cambió el nombre por el francés Marie, y se matriculó por fin en la Universidad de París donde cursó Física, Química y Matemáticas.
En 1894 conoció a Pierre y en 1895 se casó con él. Se dice hasta hoy que hubo muy poco romanticismo en aquel matrimonio; que más bien, había sido una especie de acuerdo científico. A pesar de dimes y diretes, la pareja tuvo dos hijas. Pierre murió en un impensable accidente con un pesado carruaje en abril de 1906. Hasta entonces había trabajado siempre junto a su esposa Marie. Después de la tragedia, la científica rechazó una pensión vitalicia por la muerte de Pierre. La Universidad de París le ofreció el puesto de su malogrado esposo y con ello, se convirtió en la primera mujer en ser profesora en la Sorbona.
Eve, la hija menor del matrimonio Marie-Pierre escribió una biografía de su madre: Madame Curie. Irène Joliot Curie, la mayor, también fue galardonada con el premio Nobel de Química en 1935. Su mamá no pudo ver tal acontecimiento. Se había muerto el año anterior.
En una entrevista alrededor de los cincuenta del siglo pasado probablemente en Princeton USA, cuestionaron a Albert Einstein sobre a quién físico respetaba más, sin vacilar dijo: a Hendrik Lorentz y Marie Sklodowska Curie. Amiga personal del genio alemán, sencilla, austera hasta el final de sus días; sobre ella también el padre de la Teoría de la Relatividad, antes había mencionado: “Madame Curie es, de todos los personajes célebres, el único al que la gloria no ha corrompido”.
Inspirada por su espíritu humanitario y por su devoción hacia su país de acogida, inventó la radiología móvil que llevó a los campos de batalla durante la Primera Guerra Mundial con máquinas de Rayos X montadas en automóviles.
Marie Curie, la Madre de la Física Moderna, murió en 1934 por una anemia aplásica, trastorno que impide la generación de células sanguíneas en la médula ósea. Lo más difícil para ella no fue enfrentarse a la muerte ni a la peligrosa radiación producto de sus asombrosas investigaciones, sino, encarar el obstáculo más injusto por ser mujer en un mundo en una época en la que el género femenino no tenía cabida en muchos lugares de la sociedad.
Apasionada por la investigación, el legado científico de Madame hasta este siglo XXI es inconmensurable. A más de siglo y medio de su nacimiento, hasta hoy, la nueva generación tiene que reconocer sus pasos por el fantástico mundo de la ciencia; sobre todo, las huellas que no son propias de este siglo… aquellas que se quedarán en el estrado de lo universal y lo permanente para la humanidad.
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Facebook. Octavio Santiago